El pasado 16 de febrero se celebró la efeméride que indicaban 21 años de la salida formal del Protocolo de Kyoto; acuerdo internacional con el objetivo de combatir el cambio climático mediante una serie de acciones de limitación y reducción de emisiones de gas de efecto invernadero (GEI). La ratificación del protocolo no fue un proceso sencillo, este fue adoptado en 1997 bajo la premisa de que algunos 37 países junto con la Unión Europea se reconocían implícitamente como los responsables de las altas emisiones de GEI. Sin embargo, el protocolo entró en vigor 8 años después, con la ratificación también, de un mayor número de países.
Subsecuente a este episodio, el 12 de diciembre de 2015 se firma el conocido “Acuerdo de París” donde las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) alcanzaron un histórico acuerdo para el combate del cambio climático y la propuesta de aceleración de acciones e inversión, para un futuro con bajas emisiones de carbono. Este esfuerzo, aunque histórico, ha resultado turbulento para algunos países clave en las primeras negociaciones. Es bien conocido aquel suceso por el 2017 cuando Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump decidió retirarse del acuerdo y dar de baja su formal participación. Movimiento sumamente criticado en la opinión pública y que hoy constituye uno de los asuntos primordiales para la actual administración al mando de Biden.
Ahora, concibiendo que el cambio climático es entendido como una amenaza de carácter global y entendiendo asimismo que los estados y las organizaciones conformadas por los respectivos gobiernos son los principales actores con la responsabilidad de hacer frente a este fenómeno; la realidad es que éstos mencionados no son los únicos actores que han decidido tomar acción en combate al cambio climático.
La crisis climática es entendida como la consecuencia de la suma de la vida humana y en muchos sentidos, la manifestación por excelencia de la globalización. (1)
¿Quiénes son estos otros actores?
Desde sector privado, Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), hasta metrópolis; es visible una proliferación de colectivos e individuos que han adoptado esta causa, haciendo más evidente la urgencia de su tratamiento. La conocida red de ciudades C40 cities, es probablemente uno de los esfuerzos más notorios que saltan la lógica estatocéntrica; bajo la premisa de que, siendo las ciudades el epicentro de las consecuencias del cambio climático, se reconocen asimismo también como los indicados en resolver la crisis. Esta red que nació en la alcaldía de la ciudad de Londres por allá del 2005, reúne ciudades clave y a sus practitioners en un trabajo colaborativo con la adopción de acciones climáticas como mitigación y sustentabilidad.
The Climate Reality Project es otra visible iniciativa fundada por el expresidente estadounidense Al Gore, que busca catalizar soluciones globales y visibilizar la realidad de la crisis climática mediante creación de contenido, espacios de conocimiento, difusión de iniciativas pero sobre todo, con un fuerte activismo con el propósito de disminuir la emisión de gases de efecto invernadero.
No alcanza el espacio para mencionar la amplia variedad de iniciativas que existen con el objetivo de hacer frente al cambio climático, sin embargo, basta con reparar que siendo la crisis climática una amenaza de orden global, todos como colectivo, gobiernos, alcaldes, ciudades, ONGs e individuos, tenemos la responsabilidad de conocer este fenómeno, así como ser parte de su solución. Lo importante es cuando se suman los esfuerzos desde la trinchera donde cada uno se encuentra.
- Tania García
Ref: 1 Richard N. Haass. (2017). World Order 2.0. En a world in Disarray (244). United States: Penguin Press.
Imagen/creditos: Madartzgraphics
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